Simon, fundando sobre una roca que no es Pedro - 2

-TRADUCIDO Y EDITADO de The Interpreter Foundation, sujeto a revisiones y/o actualizaciones posteriores.

FUNDADO SOBRE UNA ROCA: implicaciones doctrinales y de templo del apellidamiento de Pedro.




-SEGUNDO CAPITULO

Simón: “A cualquiera, pues, que me OYE estas palabras y las hace” (mateo 7:24-26).


Una lectura cristológica de Salmos 118:22, “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la cabeza del ángulo,” nos deja con que los “constructores”---constructores de templo--- son los líderes religiosos de Israel.
Es en la luz de esta lectura de Salmos 118:22, donde se deben entender las palabras de Jesús en Mateo 7:24-27.
Jesús finaliza su Sermón del Monte, equiparando a quien “oye” sus enseñanzas con un constructor de templos “prudente” que uso petra como su fundamento:

24
A cualquiera, pues, que me Oye [akouei = Hebr. šōmēaʿ] estas palabras y las hace, le compararé a un hombre prudente [quien] edificó su casa sobre La Roca [petran] :25
Y descendió la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos y azotaron aquella casa; pero no cayó, porque estaba fundada sobre la Roca [petran].
26
Y a cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato [quien] edificó su casa sobre la arena:
27
Y descendió la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.

Mateo 5:1-2, La Traducción de Joseph Smith (de aquí en adelante TJS), y Mateo 7:28 sugieren que Jesús dirigió estas palabras específicamente a los discípulos---los futuros “constructores” de su iglesia--- y al mismo Simón Pedro mientras los demás oían.
Si, como Juan 1:42 indica, Jesús “apellido” a Simón Cephas/Petros a principios de su ministerio, las referencias a el “oír” y a la “roca”, posiblemente son parte de un juego de palabras entre “Simón” y “Cephas” ”Pedro”, similar al dialogo sobre la “roca” más adelante en Mateo 16:13-20.
Esto sugiere una conexión más profunda entre Pedro, el templo, y todas las enseñanzas de Jesús que incluyen a la “roca”.

El nombre “Simón” es una forma Helenizada del nombre personal y tribal “Simeón”, el cual había llegado a ser popular a causa de la revuelta Asmonea o Macabea y el fervor en Judea por la restauración de la nación.
Para el oído Hebreo, “Simeón” habría connotado algo como “hombre que oye” u “oyente”, es decir, “obediente", no tan solo “el Señor ha oído” como se implica en el juego de palabras literario etiológico de Génesis 29:33:

33
Y concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: Por cuanto oyó Jehová que yo era menospreciada, me ha dado también este. Y llamó su nombre Simeón.

Simeón es un nombre antiguo que tiene al menos una conexión pre-Israelita al templo.


Enoc describe una teofanía en la cual "vino una voz de los cielos” y le mando “volverse y ascender al monte Simeón" y posteriormente “vio los cielos abrirse, y fue revestido de gloria, y vio al Señor” y habló con él, “así como un hombre habla con otro, cara a cara” y se le “mostró el mundo por el espacio de muchas generaciones”.

La experiencia “de templo” de Enoc sobre el Monte Simeón fue revelada al profeta casi al mismo tiempo en que él empezó a recibir revelaciones concernientes a la edificación del templo.
La conexión de Simeón con la “voz” del Señor viniendo desde los cielos, para una audiencia Israelita antigua habría evocado algo como "lugar de audición", ya que la terminación –ôn en “Simeón” era “una particular figura nominal o adjetival que servía como un apelativo” que “describía alguna característica o aspecto” de la cosa así llamada.
Por lo tanto, según este modelo gramático, “Simeón” como topónimo significa “lugar de audiencia” y como un nombre personal significa “persona [hombre] que oye”.

F. F. Bruce observa que es un “principio de nomenclatura bien atestado” dar un nombre positivo “esperando que la asociación de ese nombre de buen augurio” inspirará al así llamado a ser de dicho modo.
La esperanza de los padres para un Israelita llamado Simeón (Simón) era que él sería un “oyente” constante, en forma precisa: Característicamente “obediente”.
En hebreo “oír” era “obedecer”.

La principal responsabilidad de un Israelita, de acuerdo al convenio, era “oír” y “obedecer” la instrucción de Dios (tôrâ; vea especialmente la “Shemá Israel” de Deuteronomio 6:4).
Deuteronomio enfatiza “el amar” a Dios “oyendo” (es decir, obedeciendo) y guardando sus mandamientos, un principio expresado más puntualmente en la declaración de Jesús, “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14: 15).

¿Israel debía oír los mandamientos de Dios o de los hombres?
Esta fundamental pregunta, hecha por Jesús durante su ministerio, fue una con la cual Simón Pedro, quien “sabia o entendía las cosas de los hombres” tuvo que luchar.
Jesús condenó la enseñanza y observancia de los “mandamientos de los hombres”, especialmente cuando dichas “tradiciones” promovían el “olvido” de los mandamientos de Dios.

Eventualmente, Pedro puede declarar sin vacilación, “Es necesario Obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5: 29).

La restauración era necesaria porque los líderes religiosos “[enseñaban] como doctrinas los mandamientos de los hombres, teniendo apariencia de piedad, mas negando el poder de ella” (José Smith-Historia 1: 19).

La descripción de Jesús de un constructor prudente quien oye y hace, es dirigida en un nivel a Simón mismo pero en otro a cada miembro de la iglesia.
Las “palabras” de Jesús, que incluyen una advertencia en cuanto a ser como la sal qué ha “perdido su sabor”, no son los “mandamientos de los hombres” sino antes bien “revelación” divina (Mateo 5: 13) en el sentido más puro.
El modo en que la obediencia a sus palabras debe mostrarse a sido el mismo desde el mismísimo principio--- lo que Nefi llamó la “doctrina de Cristo” y el “evangelio” y la “roca” de Cristo (1 Nefi 13: 36).
Estos principios y ordenanzas, cuando se enseñan y efectúan con poder y “autoridad” del sacerdocio, son la “doctrina” ante la cual las personas
“se sorprendían”
--- y aún “se sorprenden”.

Las palabras de Jesús o su doctrina--- “cada palabra que procede de la boca de Dios”--- constituyen un aspecto importante de lo que Jesús quiso dar entender cuando aludió a la roca sobre la cual debemos construir (es decir, “escuchar… y aferrarse a ella”--- 1 Nefi 15: 24).

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