El libro de mormón en la arqueología - 2

-TRADUCIDO Y EDITADO de Fair Mormon, sujeto a revisiones y/o actualizaciones posteriores.

LA ARQUEOLOGÍA Y EL LIBRO DE MORMÓN


-SEGUNDA PARTE

LA ÚNICA MANERA EN QUE LOS ARQUEÓLOGOS PUEDEN DETERMINAR LOS NOMBRES ES ATREVES DE LOS REGISTROS ESCRITOS.

Como lo hace notar el Dr. William Hamblin,
“la única manera en que los arqueólogos pueden determinar los nombres de los reinos políticos, los pueblos, la etnografía, y la religión de un pueblo antiguo es atreves de los registros escritos”
“la iconografía puede ser útil, pero debe ser entendida en un especifico contexto cultural que solo puede ser totalmente entendido atreves de los registros escritos. (En consecuencia, la existencia de la esvástica, por ejemplo, en antiguas mezquitas medievales de Asia Central o en templos tibetanos budistas del Tíbet no quiere decir que los musulmanes y los budistas son nazis, ni tampoco, que los nazis son budistas. Mas bien, las esvásticas medievales demuestran que se le dieron distintos significados simbólicos a un mismo signo a principios del siglo XX en Alemania, en la musulmana Asia central y en el Tíbet)”

Muchos pueblos antiguos, sin embargo, escribían sobre materiales perecederos que se han deteriorado con el pasar de los siglos.
Egipto, por ejemplo, escribía en materiales que han sobrevivido atreves de las edades, mientras que generalmente el reino de Judá no.

“solo por los datos arqueológicos,” indica Hamblin, “no sabríamos casi nada de la religión y el reino de la antigua Judá. De hecho, basados solo en los datos arqueológicos asumiríamos que los judíos eran politeístas justo como sus vecinos. El judaísmo, como una religión única, simplemente desaparecería si no es por la supervivencia de la biblia y otros textos Judíos”
“…metodológicamente hablando, ¿la ausencia de registros escritos arqueológicamente descubiertos prueba que un determinado reino no existe? O en otras palabras, ¿la existencia de un reino antiguo depende de si los arqueólogos del siglo XXI han descubierto registros escritos de ese reino? O ¿el reino existe sin importar si es del conocimiento actual de los arqueólogos de principios del siglo XXI? O, para recalcar el principio en términos más generales, ¿LA AUSENCIA DE EVIDENCIA es igual a LA EVIDENCIA DE AUSENCIA?”

¿QUÉ ENCONTRAMOS CUANDO NOS FIJAMOS EN LOS REGISTROS DE LA ANTIGUA (ES DECIR, ANTES DEL 400 D.C.) AMÉRICA?

De la aproximadamente media docena de sistemas de lenguaje escrito que se conocen del nuevo mundo solo el maya puede ser leído con una precisión razonable.

Sabiendo que un registro escrito (epigráfico o iconográfico) es necesario para construir un contexto arqueológico, ¿qué encontramos cuando nos fijamos en los registros de la antigua (es decir, antes del 400 D.C.) América?

De la aproximadamente media docena de sistemas de lenguaje escrito que se conocen del nuevo mundo (de los cuales, todos se encuentran en Mesoamérica), solo el maya puede ser leído con una precisión razonable.
Los eruditos pueden entender un poco la estructura básica de algunos de los otros idiomas, pero no pueden entender plenamente lo que los antiguos estaban diciendo.
En otras palabras, hay un problema al descifrar el registro epigráfico.
Según los expertos,
“la pronunciación de los verdaderos nombres de los primeros reyes mayas y de otros glifos correspondientes a nombres de otros sistemas de escritura, no se conoce con certeza”

De el periodo de tiempo en que los nefitas vivieron, los académicos saben de únicamente un numero muy limitado de inscripciones de entre todo el antiguo nuevo mundo que pueden ser leídas con cierto grado de certeza. Sin embargo, incluso con estos fragmentos, los académicos aun quedan sin certeza alguna en cuanto a exactamente cómo los antiguos pronunciaban los nombres propios y los nombres de lugares (topónimos).
Cuatro de estas inscripciones leíbles simplemente brindan fechas o el nombre de un rey -- un muy limitado contexto cultural.
Otras cinco inscripciones contienen información histórica y nombres propios -- la mención de las ciudades Tikal y Uaxactún (la pronunciación de las cuales sigue siendo desconocida) y cinco Reyes de estas dos ciudades (a quiénes conocemos a través de símbolos iconográficos y cuyas antiguas pronunciaciones permanecen desconocidas).

Con tan poca información epigráfica, ¿cómo podríamos, si es posible, darnos cuenta -- aún cuando las descubramos arqueológicamente -- de qué hemos encontrado el lugar dónde estaban las ciudades que nosotros conocemos como Abundancia y Zarahemla, o sí sus líderes religiosos en verdad se llamaban Nefi o Mormón?

A los críticos les gusta reclamar qué no hay ninguna evidencia arqueológica a favor del libro de mormón, pero la verdad es que hay escasos datos arqueológicos que nos digan algo sobre los nombres de los habitantes o los lugares del antiguo Nuevo Mundo -- y los nombres son los únicos medios por los cuales podríamos identificar arqueológicamente sí habían nefitas en la antigua América.

¿QUÉ COMPARACIONES HAY ENTRE LA ARQUEOLOGÍA DEL LIBRO DE MORMÓN Y LA DE LA BIBLIA?

Hay una escasez de inscripciones leíbles de tiempos nefitas en el nuevo mundo.

A los críticos religiosos frecuentemente les gusta comparar la escasez de soporte arqueológico para el libro de mormón con lo que ellos aseguran es un respaldo arqueológico voluminoso a favor de la Biblia. Sin embargo, hay una diferencia drástica entre los dos mundos (el nuevo y el viejo mundo) cuando se trata de información epigráfica, información iconográfica, la continuidad de la cultura, y de los topónimos.

Ya hemos hablado de la falta de inscripciones leíbles de tiempos nefitas en el nuevo mundo. Sin embargo, de tierras bíblicas conocemos miles de inscripciones contemporáneas que han sobrevivido los tiempos modernos.
Hemos hecho notar que muy pocos topónimos (nombres pertenecientes a lugares) pueden ser leídos de los pocos fragmentos epigráficos sobrevivientes desde el nuevo mundo de la era nefita. En contraste, de las tierras bíblicas tenemos no solamente montones de registros epigráficos que identifican antiguas ciudades mediterráneas, sino también ocasionalmente hay una “continuidad de cultura” qué preserva los nombres de las ciudades. En otras palabras, muchas ciudades modernas del cercano Oriente se llaman cómo se llamaban antiguamente (este no es el caso de la antigua América). Saber el lugar exacto de una ciudad ayuda a que los arqueólogos bíblicos localicen otras ciudades, simplemente calculando las distancias.

Aun si reconocemos todos los pros arqueológicos que existen para poder determinar el lugar y la realidad histórica de las tierras bíblicas, hayamos que únicamente un poco más de la mitad de todos los nombres de lugares mencionados en la Biblia han sido localizados y positivamente identificados.
La mayoría de estas identificaciones se basan en la preservación del topónimo.
De los lugares bíblicos sin un topónimo preservado, sólo aproximadamente el 7% u 8% se ha identificado parcialmente y aproximadamente otro 7% u 8% de ellos ha sido identificado con algo de certeza conjetural.
La identificación de estos lugares sin topónimo no podría haber sido hecha a no ser por la identificación de sitios con topónimos preservados.
Sí solo unos pocos topónimos bíblicos o ni uno hubiese sobrevivido gracias a una continua e ininterrumpida “cadena lingüística” desde el tiempo de la Biblia hasta el propio, la identificación de los lugares bíblicos sería en gran medida especulativa.

A pesar de la identificación de algunos sitios bíblicos, muchos importantes lugares de la biblia no han sido identificados.
La localización del Monte Sinaí, por ejemplo, es desconocida, y hay más de 20 posibles candidatos. Algunos académicos rechazan la idea de que la ciudad de Jericó existía en el tiempo de Josué. La ruta exacta recorrida por los israelitas en su Éxodo es desconocida, y algunos académicos cuestionan la afirmación bíblica de que una vez hubo una conquista israelita de Canaán.

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