José Smith y sus documentos: Una introducción - Parte 1


TRADUCIDO Y EDITADO de El Proyecto de los Documentos de José Smith, sujeto a revisiones y/o actualizaciones posteriores.

-PRIMERA PARTE

Tomando en cuenta que tuvo una enseñanza mínima, José Smith dejó una huella literaria inusualmente extensa. Desde 1828, cuando él empezó a trabajar en el libro de mormón a la edad de 22, hasta 1844, cuándo él fue asesinado a la edad de 38, Smith produjo miles de páginas de revelaciones, traducciones, correspondencia, comunicados, discursos, bitácoras, e historias. Sus registros llenarán aproximadamente 30 volúmenes cuando se culmine la publicación. La meta del proyecto de los documentos de José Smith es publicar cada documento existente escrito por Smith o por sus escribas en nombre suyo, así también otros registros que fueron creados bajo su autorización o que reflejan su directiva o involucramiento personal.

La publicación de sus documentos unos 200 años después de su nacimiento apertura una ventana a una vida llena con lo que José Smith denominó "suscitar maravilloso". Su ascenso de la nulidad a la prominencia como el fundador y primer profeta de la iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días no siguió un recorrido convencional. Aunque él era inteligente y de voluntad fuerte, ningún talento ordinario puede explicar su éxito. Su ascenso como líder eclesiástico, constructor de ciudades, y teólogo se basaba en lo que él creía era el don de la revelación, que para él significaba la comunicación directa de Dios mediante visiones del cielo, personajes celestiales, o más comúnmente las palabras de Dios recibidas por inspiración directa. Por controversiales que sus enunciados fuesen, las revelaciones eran la fuente de su influencia entre las decenas de miles de personas que se unieron a la iglesia mientras él vivía y entre los millones que aceptaron sus enseñanzas luego de su muerte. Cientos de páginas de revelaciones se acumularon a lo largo de su vida. Sus principales proyectos, planes, y doctrinas se originaron a través de la revelación. Sus seguidores cumplieron con sus a menudo demandantes lineamientos en gran medida porque ellos creían que procedían de Dios. Cuando José Smith le pidió a John Whitmer, un seguidor de los primeros, que fuese historiador de la iglesia, Whitmer inicialmente se negó y finalmente acordó sólo si el Señor "lo manifestase a través de José el Visionario".

Las revelaciones variaban desde instrucciones mundanas sobre el registrar una historia o el aperturar un almacén hasta visiones del cielo y del futuro. Una de las más dramáticas revelaciones se dió en 1832 cuando Smith y su compañero Sidney Rigdon estaban desconcertados por un pasaje bíblico que les llevó a preguntarse sobre las recompensas y castigos en la vida venidera.

Y mientras que nosotros meditamos estas cosas, el Señor tocó los ojos de nuestros entendimientos, y fueron abiertos, y la gloria del Señor brilló por doquier; y contemplamos la gloria del Hijo, a la diestra del Padre, y recibimos de su plenitud... Y ahora, luego de muchos testimonios que han sido dados de él, esté es el testimonio, el último de todos, que damos de él, que él vive; pues lo vimos, aún a la diestra de Dios; y nosotros oimos la voz que testificaba que él es el unigénito del Padre.

La revelación prosiguió a describir un más allá dividido en tres grados de gloria, más refinadamente expuesto que la división de cielo-o-infierno habitual y más en línea con la mezcolanza de bien y mal de la vida real. Las revelaciones deslumbraban a los creyentes. William W. Phelps, un editor de periódicos de Nueva York integrado un año después que la iglesia se organizase, llamó la revelación de los tres grados de gloria "las noticias más importantes que jamás se proclamaron al hombre". Una reunión de Santos de los últimos días ideando el proceso de publicación concertó que las revelaciones "fuesen reconocidas por esta conferencia como dignas dentro de la iglesia, de la valía de todas las riquezas de la tierra entera, hablando temporalmente".

Las revelaciones gustaban de credibilidad en parte por las tradiciones proféticas de la Biblia. José Smith ocupó un papel bien conocido para los cristianos. Él era un Moisés o Pablo más. Para la mayoría de los cristianos, la Biblia estaba por encima de todo otro libro precisamente porque era la palabra de Dios dada a un profeta. Y pues ahora, los mormones decían, Dios habló una vez más. Un converso de los primeros a la iglesia reaccionó escépticamente ante la prédica de los misioneros mormones pero luego razonó:

Me di cuenta, al escudriñar las escrituras, que desde el principio de los tiempos, época tras época, Dios continúa enviando profetas a las personas, y siempre cuando Dios tenía un mensaje para las personas, él escogía un mensajero especial para comunicarlo, y siempre se comenzaba con un "así dice el Señor"... Si él otorgó en toda época y a toda gente profetas y mensajeros especiales, por qué no ahora?

La presencia de un profeta moderno continuó la historia bíblica en el presente.

Además de las revelaciones de los días modernos que luego fueron compiladas en un libro titulado la doctrina y los convenios, Smith también produjo tres considerables "traducciones" reveladas: el libro de mormón (de unas planchas de oro), el libro de Moisés (vinculado al Génesis), y el libro de Abraham (de unos antiguos rollos egipcios comprados a un comerciante). Los tres estaban como las versiones en idioma inglés de registros antiguos que, como la Biblia, narraban eventos de un tiempo y lugar distante. Aunque se les denominó "traducciones", no eran traducciones en el sentido ordinario. Smith no entendía los idiomas del texto original para proceder a convertir las palabras al inglés por mérito propio. Como lo explico en el prefacio de la primera edición del libro mormón, "Yo traduje, mediante el don y poder de Dios". Las "traducciones" resultantes eran textos inspirados, palabras dadas a él por Dios, del tipo que las revelaciones en la doctrina y los convenios lo eran.

La naturalidad de las traducciones yacia para los primeros conversos en parte en la resolución con la que José Smith introducida a los lectores a mundos antiguos sin él intervenir la historia. El libro de mormón inicia con la frase "Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre"; el libro de Moisés comienza, "Las palabras de Dios, las cuales habló a Moisés en una ocasión en que Moisés fue arrebatado a una montaña extremadamente alta"; y el libro de Abraham empieza, "En la tierra de los caldeos, en la morada de mi padre, yo, Abraham, vi que me era necesario buscar otro lugar donde morar". Los lectores son transportados a tiempos y lugares remotos como cuando leen Beovulfo o Tucídides--- o la Biblia. En el libro de Moisés, los lectores aprenden de Enoc, quién conversó con Dios y construyó una ciudad que fue llevada al cielo. En el libro de Abraham, el padre de las naciones aprende astronomía al consultar un tal urim y tumim. Como sea que uno explique estás narrativas maravillosas, ellas  exceden todo lo que uno esperaría de un visionario rural pobremente educado. Estas son una razón para que en su comentario el crítico literario de Yale, Harold Bloom, dijera que Smith fue "un auténtico genio religioso" que "superó a todos los americanos, antes de o desde entonces, en el garbo y la expresión de lo que podría llamarse imaginación hacedora de religiones". Los Santos de los últimos días, por supuesto, consideran las traducciones como comisionadas por Dios.


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